A
la luz del día Marsella se transformo en otra, En una ciudad azul, tranquila a la vez que caótica, abierta al mar, azotada por un viento mistral que parecía te iba a llevar a sobrevolar la ciudad. Una ciudad color trigo y olor a jabón, con un encanto decadente. Una ciudad acogedora de gentes amables.
Hay ciudades que enamoran nada más pisarlas, que son un flechazo en el instante que se pone el pie en ellas. Otras en cambio asustan, sobrecogen, hay que andarlas y buscarlas para poder encontrarlas. Así fue Marsella, la llegada estuvo llena de sombras y claro oscuros, de calles que jugaban al escondite, de taxis que no llevaban a ninguna parte, de edificios descomunales a punto de derrumbarse, de hombres que vivían en ellos. Una ciudad territorio de nadie. Esta fue la primera Marsella que vi.
Me acerco a Trazo de Tiza (Miguelanxo Prado) por segunda vez, no sólo por la fascinación que me provocan las ilustraciones de este comic, sino por ver si en una segunda lectura me acerco a la historia, llego a comprenderla.
Miguelanxo Prado dice que "sospecha que el lector de historieta no suele adentrarse profundamente en la obra, más bien la sobrevuela"
Yo quizás sobrevolando la historia no la comprenda del todo, pero no necesito que me ate los cabos, es lo que le hace única.
Os dejo alguna ilustración de esta historia de soledades profundamente inquietante.
